domingo, 21 de febrero de 2010

LA EXCUSA DE LA GALLINA CON ZAPATOS ROJOS









La he visto en un bar, de viernes. Se acercó a la barra y pidió la cuenta. Hasta ese momento desconocía que las gallinas sabían hablar.




En nuestra mesa, nos miramos, mientras no podíamos parar de reír. No sé si sería la rubia cerveza, aunque nunca leí ni oí que tuviera propiedades alucinógenas.




Al parecer iba de boda de unos miembros muy dignos del corral. Se había hecho un alisado japonés en la melena y ahuecado las plumas blancas de la pechera. Pero la muy atrevida, se había colocado unos zapatos rojos a juego con la cresta del novio.


Por pudor, no froté mis ensimismados ojos, la gallinita era tan de "luces de bohemia", que preferí disimular, aunque torpemente.


Y así, como quien no quiere la cosa, pellizqué, muy prudente, las piernas de Susana y entonces comenzó a gritar.




La gallina, miró arrogante, pero la distracción fue tan insignificante, que al girarse, se debió olvidar.



No sé lo que se le había perdido, pero no paraba de pasear, del comedor a la salida y otra vez a empezar.


Y nosotras como niñas crueles, aprovechando el espectáculo del desfile para criticar.



Yo me preguntaba si la "pollita" no tenía madre ni padre, hermanos o demás, que le diesen un consejo antes de la calle pisar.


Por favor! -supliqué, insistente- si alguna vez me véis de esa guisa, exijo que me escondáis!



Todas parecían no entender el chiste, pero de repente, se pusieron a cacarear. Que si esto, que si otro y ja,ja,ja.Una cosa llevó a otra y las risas no dejaron de fluctuar. Tanta fue la broma, que la gallina desapareció sin pena ni gloria y fue nuestra mesa la que se convirtió en un corral.



El problema no estaba en los zapatos. Por sí solos se podrían apañar. Y aunque el conjunto era chirriante y daban ganas de gritar, el problema es que una gallina llevó a otra y ésta otra a la siguiente y así sin cesar. La gallina fue la excusa para comenzar a decir idioteces sin parar.


Que sencillo es todo cuando no hay que hacer esfuerzos para agradar.



Gracias por aquella tarde. Gracias también a la gallina con zapatos rojos.